Santiago de Compostela. Reyes.


El día 4 de enero a las 6 de la mañana salimos en el avión hacia Madrid. La terminal de la T4 en Barajas es increiblemente larga. Alucinante. Desde los lados no se ve el final. Nos enteramos, casi por arte de magia, que nuestro avión a Santiago a sido cancelado y que nos llevarán a La Coruña, y desde La Coruña en bus hasta Santiago. En las pantallas el vuelo a Santiago no aparecía cancelado, y en la T4 no hay megafonía, nadie de Iberia nos avisó así que un desastre total, porque se nos ocurrió preguntar que si no...

Para colmar el vaso, cuando llegamos a La Coruña resulta que nos han perdido la maleta de Luis, finalmente la localizan; se ha quedado en Madrid (que cabreo). Finalmente, la maleta nos llegó al hotel el segundo día, por la tarde. Fuimos tontos también, porque en realidad las maletas eran tan pequeñas que ni hacía falta facturarlas, pero en fin...

En el bus camino a Santiago, al menos pudimos disfrutar del paisaje que de otro modo no hubiesemos visto. Era todo tan verde y tan distinto que me casi parecía otro país.

Santiago de Compostela, esos días estaba muy vacío, a veces parecía una ciudad fantasma, aunque era algo que le daba un mayor misticismo. A mi me gustó así, con poquita gente. A veces, las calles parecían nuestras, simplemente se escuchaba el sonido de nuestros pasos al caminar. Aunque es cierto que en las calles más típicas casi siempre había gente, especialmente a las horas de comer y cenar. :)

El hotel se llamaba Las Campanas de San Juan, situado en la calle con el mismo nombre y la verdad es que nos gustó mucho. La localización inmejorable, al lado de la Plaza del Obradoiro, nuevo, limpisimo, acogedor...


La lluvia era un chiribiri constante, muy típico de Galicia. Era como agua pulverizada, finisima, así no lo había visto nunca. Minigotitas volando en todas direcciones. De nada servían los paraguas. Debajo de los resguardos, de los túneles, en las paredes..., todo estaba mojado. (Jaja, era imposible encontrar una mujer con el pelo completamente liso, con tanta humedad.) Aunque esa lluvia no resultaba molesta, pero pienso que vivir así durante mucho tiempo debe ser algo deprimente, con esa luz tan gris, y el tono de las calles tan oscuro debido a la piedra mojada.

A pesar de esta luz gris, la ciudad me gustó mucho, aunque no para vivir siempre, especialmente me gustó el casco antiguo, la zona vieja, que dicen allí. Es relativamente pequeño, así que durante esos tres días, la recorrimos decenas de veces, de arriba a abajo y de abajo a arriba, porque además tiene bastantes cuestas.

Me llamaron la atención los rótulos de las tiendas, todos hechos con hierro forjado y un estilo artesanal.


Las plantitas y el musgo crecen por todas partes, hasta incluso de las paredes. En los troncos de los árboles hay helechos, quedaban chulisimos.


Entramos a todo lo que vimos, Iglesias, conventos, tiendecitas, bazares, museos, instalaciones, exposiciones... Caminando sin rumbo fijo encontramos el Museo de Arte Contemporáneo, en el que en ese momento no parecía haber nadie de visita y pudimos sentir, por ejemplo, las obras sonoras de Susan Philipsz o contemplar las coloridas pinturas del gallego Lodeiro. Cuando salimos nos dimos cuenta de que todo el mundo estaba en la cabalgata de los Reyes Magos. :)

La comida... Mmm... ¡Buenísima! Comimos Pulpo (aunque no en "El Sobrino del Padre" que estaba cerrado) y muuuchas tapitas. El sábado por la mañana encontramos un mercadito y pudimos comprar un montón de queso artesano a unas galleguiñas más majas... Yo no les entendía ni "mu". Compré un queso de Tetilla que pesaba más de un kilo, :) qué contenta estaba con mi queso. Jaja, es uno de mis favoritos. Estaba tan tierno que en el viaje de vuelta en vez de tetilla quedó como una uva pasa, pero bueno, está riquísimo, lo confirmo ahora que ya queda poquito... jeje.
Nos fuimos sin probar la Tarta de Santiago, ¡qué delito!
La empanada la probamos allí pero tampoco compramos para traer a casa.

En fin, ¡tenemos que volver! :D

Comentarios

Ana R ha dicho que…
hola!!!
Si el gris de la ciudad resulta bastante deprimente, por eso en el fondo la gente de galicia tenemos un aire bastante melancólico. Soy de Santiago he leido tu blog, y me parecen geniales tus fotos. Y confesemoslo en el fondo es una suerte que te hayas olvidado las empanadas y la tarta, así tendras que volver un saludo
Marian ha dicho que…
¡Hola Ana!
Muchas gracias por el comentario.
Bienvenida al blog.

Sí, espero volver a Galicia, todavía me quedan muchas cosas por ver allí además de que me encantan sus paisajes.

Un beso.
retru ha dicho que…
Esa lluvia finita se llama poalla, o también froalla, y cuando llueve así decimos: jo-ter, ya está poallando..., pero en el fondo nos gusta porque cuando nos marchamos, no hacemos más que pensar en volver. El pulpo en Santiago..., la próxima vez, acércate un poquito más al sur, en Padrón los Domingos hay mercado y carpas donde puedes comer un pulpo muuuuy bueno, (que se llama "pulpo á feira" porque es típico hacerlo en las ferias, y no pulpo a la gallega...),churrasco y como no, pimientos de Padrón. También te recomiendo que recorras la costa en verano, y flipes con las playas... pero si no puedes visita esta web "galicia 360º"y te haces una idea.
Un saudiño dende Riveira, por cierto, está lloviendo:)

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